Si en el siglo XIX, Karl Marx llamó a la religión el opio del pueblo, ahora la religión se ha convertido en "gracias" a la oligarquía mundial opio para el pueblo - una droga espiritual que se utiliza para mantener a las masas a raya de las ilusiones religiosas. Por analogía a las relaciones humanas en la antigüedad, los arteros sacerdotes que actuaban bajo el nombre del señor de los dioses, concluyeron los llamados pactos - contratos, los acuerdos basados en una regla de talión: tú - a mí, yo - a ti. Las interminables referencias a los pactos eternos y los votos de Dios en los textos "sagrados" prueban que esta es la forma en que sólo se comporta un hombre que se esfuerza por ser creído de todas las maneras posibles. La superestructura ideológica del mundo puro moderno es inherente al interés de la clase parasitaria dominante de los oligarcas capitalistas no sólo en mantener a los estratos explotados de la sociedad, es decir, a las enormes y abrumadoras masas, en un nivel de ignorancia que proporcionaría al Bomondo su dominio material y político y su bienestar, sino también en mantener y profundizar la pasividad social de las masas, en particular a través de la propagación consciente de la "sensación", la superstición y el pensamiento religioso y místico.